La batalla de Tucumán - Belgranianos Nº2

 GB (R) “VGM” Carlos María Marturet

   El 27 de febrero de 1812, en la misma oportunidad que se creaba y enarbolaba la bandera nacional en Rosario, el gobierno de las Provincias del Rio de la Plata nombraba al coronel Belgrano, General en Jefe del Ejército Auxiliador del Perú, en reemplazo del general Juan Martín de Pueyrredón, quien había solicitado su relevo por graves razones de salud.

   Belgrano ha recibido un nuevo cometido militar. Vuelve a subir a la sopanda que lo había traído desde Buenos Aires, y emprende, indubitablemente, el duro camino que la revolución, en peligro, le señalaba. Para él, enfermo, es un sacrificio, para la patria, amenazada, representará la salvación.

Las provincias norteñas, un escenario hostil a la causa de la Independencia.

   Desde Rosario emprendió la marcha y recorrió, a galera forzada, el camino de postas que se jalonaba a lo largo de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Salta; y encontró a su paso frialdad, y resentimiento; pueblos que estaban desencantados, empobrecidos por la guerra, y como él mismo lo expresaba, sentía a su propia gente: “hasta como enemigos”.

Este convulsionado escenario se vivía como consecuencia de muchas desacertadas y hasta ofensivas medidas políticas y militares, incluso promovidas y alentadas desde el gobierno en Buenos Aires, que los responsables de la conducción de la primera expedición al Alto Perú habían tomado, y que lesionaron sensiblemente el sentir religioso y las costumbres más conservadoras y tradicionales de estos pueblos norteños. Los realistas supieron aprovechar esta inexcusable conducta revolucionaria, y a modo de acción psicológica, calificaron a los patriotas de: “(…) corrompidos, ateos y herejes porteños (…)”. Belgrano debía adaptarse al nuevo escenario de la guerra. Comprende que no solo tiene por delante una enorme misión operacional, sino que, más transcendental, incorporar al pueblo y al gobierno – definitiva, voluntaria y decididamente -, a la causa de la emancipación.

El plan de operaciones:
    Esta campaña tendrá una duración de dos años, desde febrero de 1812, hasta su relevo, en marzo de 1814, y tendrá como objetivos: Detener el avance del ejército realista vencedor, el 20 de junio de 1811, en la batalla de Huaqui.
   Responder al clamor de defensa y seguridad de las poblaciones del noroeste, quienes venían tributado grandes sacrificios a la causa de la revolución.

La reorganización del ejército:
   El General Belgrano recibió el 26 de marzo, en la posta de Yatasto (Salta), los restos de una fuerza militar disminuida, desorganiza, desequipada y lo más preocupante, desmoralizada. Sus efectivos apenas llegaban a los 1.500 hombres, de los cuales una cuarta parte estaban enfermos. El armamento no alcanzaba ni para la mitad de las tropas.
   Sus acciones militares fueron destinadas a la imperiosa necesidad de incrementar y reorganizar su fuerza operativa. Para ello movilizó reservas, organizó hospitales y tribunales militares, completó las tropas de infantería, caballería, artillería, creó nuevas unidades de combate, diseñó y puso en funcionamiento academias de matemáticas para la instrucción de oficiales, y asambleas para la capacitación de suboficiales y tropa. Para el área de logística y administración organizó hospitales y tribunales militares, adoptó medidas para asegurarse el abastecimiento de alimentos, de uniformes, de caballada y movilidad, así como de armas blancas, de fuego y pólvora.
  No obstante estas sustanciales medidas militares, sus esfuerzos primordiales estaban destinadas a ganarse el apoyo de las autoridades y de la población, y tratar de revertir la desconfianza y hostilidad que los pueblos norteños, más tradicionales y conservadores, sentían hacia los porteños. En ese sentido, el 25 de mayo de 1812, con motivo del segundo aniversario de la Revolución de Mayo, celebra con su renovado ejército y la población civil, en la Catedral de la ciudad de Jujuy, observando el estricto protocolo real de la época, una solemne ceremonia donde presenta, hace bendecir y jurar - por primera vez -, la reciente bandera nacional creada el 27 de febrero a orillas del Paraná.

El primer Éxodo Jujeño:
   Belgrano, desde su nombramiento, no dejo de recibir instrucciones, clasificadas como reservadas, del gobierno de Buenos Aires. En los primeros días de junio, junto con una nueva amonestación - la segunda - por las atribuciones tomadas respecto de la creación y uso de la bandera blanca y celeste, recibe la imperativa orden de replegarse con su ejército hacia la ciudad de Córdoba, previo paso por la ciudad de Tucumán, para requisar armamento y levantar la fábrica de armas que allí se estaba instalado.
   Esta última instrucción significaba abandonar a los pueblos norteños a merced del enemigo, y el Triunvirato la impartía, porque consideraba improbable resistir al ejército real del Perú, que a órdenes del brigadier José Manuel de Goyeneche y Barreda (Perú, 1776; Madrid, 1846; de tendencia monárquico americano); y como jefe de la vanguardia el brigadier Juan Pío de Tristán y Moscoso (1773 – Perú - 1860; de tendencia monárquico americano), avanzaba desde Suipacha (Bolivia), con un efectivo de aproximadamente 3.500 hombres.
   No obstante no estar de acuerdo con la orden impartida, Belgrano, el 29 de julio, dicta el Bando disponiendo la emigración del pueblo jujeño. El 24 de agosto las fuerzas de Pio Tristán invadieron Jujuy. Se encontraron con una ciudad desierta y arrasada. Del éxodo participaron aproximadamente 1.900 jujeños, acompañados por refugiados procedentes de Tarija y Chichas (Bolivia). Recorrieron una distancia de 360 km, con clima propio de la época invernal.

El combate del rio de Las Piedras.
   La acción ofensiva realista sobre la retaguardia patriota fue constante. Ante ello Belgrano resolvió reforzarla con infantería y artillería. Decisión acertadísima, que permitió obtener, el 03 de septiembre, la motivante victoria del combate del rio de Las Piedras.
   El 09 de septiembre, el éxodo acantonó en la Encrucijada, un paraje ubicado a 36 km de la ciudad de Tucumán. Allí recibió a la comisión de autoridades tucumanas que le pusieron a disposición hombres, pertrechos y dinero. Este gesto patriótico fue el último fundamento que la conciencia de Belgrano necesitaba para modificar una orden a todas luces deshonrosa.
   La respuesta no se hizo esperar, y por fin, el día 12 de septiembre, en las riberas del río Salí, comunicó al pueblo tucumano que el ejército expedicionario iba a presentar batalla.

La batalla de Tucumán.
    El plan del general patriota, como dice Mitre, consistía en: 
“(…) Esperar al enemigo fuera de la ciudad, apoyando su espalda en ella y después, en caso de contraste encerrarse en la plaza (…)”, para lo cual, completa la narración el general Paz: “(…) se fosearon las bocacalles y se colocó la artillería que no iba a llevase a la acción (…)”.
   Al atardecer del 23 de septiembre los realistas alcanzaron la localidad de los Nogales, a 18 kilómetros al norte de la ciudad donde pasaron al descanso. A las dos de la madrugada del 24 de setiembre, Belgrano emplazó su fuerza al norte de la ciudad. Pio Tristán anoticiado del posicionamiento patriota, y decidido a no enfrentarlo en un combate frontal ni en el interior de la ciudad, inició un rodeo por el oeste de la ciudad, con la intención de sorprenderlo por el sur, y cortarle el camino de repliegue y retirada. Alrededor de las diez de la mañana las avanzadas de seguridad informaron a Belgrano que Pio Tristán había levantado campamento y había tomado el camino real o del Perú (oeste), por lo cual se esperaba sorprender al ejército patriota por su retaguardia.
   Sin perder tiempo, el general patriota modificó el dispositivo inicial, y atravesando la ciudad se posicionaron en un terreno al suroeste denominado el campo de las Carreras, al cual llegaron con bastante antelación, en razón del gran rodeo que tuvo que hacer el ejército real.
   El 24 de septiembre tuvo lugar: “(…) la más criolla de todas cuantas batallas se han dado en el territorio argentino (…)”, la batalla de Tucumán .  Allí se enfrentaron 1.800 patriotas contra algo más de 3.000 realistas, apoyados con 13 piezas de artillería.

Desarrollo de la batalla de Tucumán.
   La caballería patria se desplegó, como era de estilo, en ambas alas: mejor ubicada la de la derecha, escondida en la espesura de las yungas. Los tres batallones de infantería formaban en el centro, con la artillería ubicada en los claros, entre batallón y batallón.
   En las primeras horas de la tarde aparecieron las primeras formaciones realistas, que avanzaban en columna de marcha, y se encontraron con el dispositivo patriota ya desplegado. La rápida embestida sobre el flanco de Pio Tristán apenas dio tiempo a éste de reorganizar su frente y ordenar posicionar la artillería. Cuando parte de la infantería realista iniciaba el ataque, Belgrano ordenó que su infantería, de la cual un tercio tenía grandes cuchillos en lugar de bayonetas, cargara al arma blanca sin contestar el fuego que recibía. Al mismo tiempo dispuso que la caballería del ala derecha, en gran parte armada de lanzas y cuchillos enastados, y muchos sin más que puñales, lazos y boleadoras, cargara por el flanco al regimiento de caballería que constituía la extrema a la izquierda realista, mientras la caballería patriota mantenida de reserva cargaba frontalmente. Esta acción motivó la rápida derrota de la caballería enemiga, que abandonó el campo de combate. La caballería vencedora se dedicó a lancear dispersos y capturar bagajes.
   Los batallones de infantería que formaban el resto del ala izquierda realista, desmoralizados por la derrota de su caballería, se replegaron en bastante desorden. Algo similar ocurrió con los batallones  del  ala  derecha  realista  que  no obstante su exitoso avance inicial, se replegaron más ordenadamente. 
En ese momento todo era confusión en el campo de batalla, como consecuencia de los movimientos realizados por ambos bandos, cuyas tropas en parte se encontraban entremezcladas, a lo cual se unían las dificultades para la observación motivadas por la polvareda que cubría el lugar, y el pasaje de una nube de langostas:  “(…) El ruido horrísono que hacía el viento en los bosques de la sierra y en los montes y árboles inmediatos, la densa nube de polvo y una manga de langostas, que arrastraba, cubriendo el cielo y oscureciendo el día, daban a la escena un aspecto terrífico (…)”,  fue el relato que los protagonistas de aquella heroica jornada nos dejaron como tradición.
   Díaz Vélez con casi toda la infantería y la artillería se había replegado a la ciudad, llevando como trofeos las banderas de 3 batallones, 5 cañones, algunos centenares de prisioneros y el parque del ejército realista. Al día siguiente Belgrano, en conocimiento de la situación, avanzó con 500 soldados hacia los realistas y les intimó rendición, lo que fue rechazado. El día 25 por la mañana, Pio Tristán, apreciando la situación, y sin ninguna capacidad de maniobra ni posibilidad de contraataque, se retiró en dirección a Salta.
   Las bajas patriotas fueron contabilizadas en 80 muertos y 200 heridos. El parte oficial que el general victorioso remitiera al gobierno daba cuenta del triunfo obtenido: 
“(…) La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el 24 del corriente, día de Nuestra señora de Mercedes, baxo cuya protección nos pusimos: 7 cañones, 3 banderas, 50 0ficiales, 4 capellanes, 2 curas, 600 prisioneros, 400 muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes, y aun la mayor parte de sus equipajes, son el resultado de ella. Desde el ultimo individuo del exercito, hasta el de mayor graduación se han comportado con el mayor honor y valor (…)”
   La batalla que fue “(…) Sepulcro de la Tiranía (…)” había finalizado, la guerra por la independencia continuaría su derrotero inexorable■

Publicado en "Revista Belgranianos" Año 1, Nº 2, Septiembre de 2020, ISSN: 2718-6385

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Comentarios

  1. Excelente descripción de un cuadro de situación que nos permite conocer las circunstancias y situaciones previas al triunfo del Campo de las Carreras,combate que honra a todos los tucumanos .
    Felicitaciones .
    José Mancera

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