GENERAL MANUEL BELGRANO “Honeste natus – Honeste vivere” Belgranianos Nº1



Prof. Acad. Arnaldo Miranda Tumbarello

No nos equivocamos al afirmar que el general don Manuel Belgrano es el prócer glorioso sin discusión, auténtico ejemplo de vida y en cuyo pensamiento vivo resplandece la inspiración de nuestra argentinidad, base sólida de la emancipación del continente americano.

Tampoco nos cansamos de aseverar que su amplia y benemérita perspectiva de la otrora geopolítica internacional, en un momento incierto y con un panorama cambiante, brindó el elemento coercitivo necesario para las bases de la unidad sudamericana, que en todo momento intentó sostener.

Aunque el epicentro de su fecunda y destacada labor en las más diversas disciplinas tuvo lugar en la ciudad porteña que lo vio nacer, es indudable que la misma se propagó por toda la América española siendo faro de luz para su época y para las generaciones venideras.

Descendió por su rama paterna de una acreditada familia arraigada en la Liguria italiana occidental con antepasados notorios por lo menos desde el siglo XV, mientras que por línea materna de una esclarecida estirpe radicada en Buenos Aires desde fines del siglo XVII. De tal forma tuvo en sus progenitores el báculo fiel para su exquisita formación, asegurándose tanto él como sus numerosos hermanos una ejemplar educación.

En tal contexto llegó al mundo honeste natus, es decir de ilustre cuna, el 3 de junio de 1770 en su casa paterna situada en las adyacencias de la Iglesia – Convento de Santo Domingo, siendo cristianado con los nombres de Manuel José Joaquín del Sagrado Corazón de Jesús. Y si bien todo ello le fue muy útil y de gran ayuda para forjar su destino, no podemos desconocer que su vida fue ejemplo de virtud y modelo de alta moral, por lo cual también afirmamos honeste vivere, es decir, de honesto vivir, lo cual engrandece aún más su vasta obra.

Continuando el itinerario de Belgrano en Buenos Aires diremos que, desandando los años, creado el Virreinato del Río de la Plata en 1776 y elevada por tanto nuestra metrópoli al rango de capital virreinal, se adoptaron desde la metrópoli una larga serie de medidas oportunas a tal efecto. Entre ellas destacamos particularmente la referida a la instauración del Real Consulado de Comercio, por iniciativa entre otros del cuarto Virrey del Río de la Plata, Nicolás Antonio de Arredondo. Así, luego de años de tramitaciones ante la corte el 30 de enero de 1794, mediante real pragmática del Rey Don Carlos IV, tuvo lugar la erección de este tribunal, siendo designado Manuel Belgrano como secretario perpetuo del cuerpo, donde destacó por su magna obra imposible siquiera de mencionar en este opúsculo, convirtiéndose en luminaria de conocimiento, adelanto y beatitud.

Durante los días aciagos de 1806 y 1807, cuando la invasión británica, ulterior reconquista y heroica defensa de Buenos Aires, hallamos a nuestro prócer con la capacidad de eludir el denigrante acto de jurar fidelidad al Rey Jorge III, a la vez que actuando con probidad en las incipientes milicias urbanas, cultivando su ideario de libertad política y económica, a la vez que su fecunda y siempre justa labor.

Atento a los acontecimientos de una Europa convulsionada y aspirando por todos los modos posibles a la ansiada independencia política de estas latitudes lo encontramos hacia 1808, una vez más aportando ejemplo de coherencia intelectual y agudeza justa en la interpretación del momento geopolítico internacional, propugnando la entronización de la princesa Carlota Joaquina de Borbón, esposa del Regente portugués Joao VI de Braganza, cuya corte se hallaba instalada en Río de Janeiro, merced la invasión napoleónica a Portugal.

Harto conocida resulta su altamente proba actuación al mando del Ejército del Norte, creación de nuestra Enseña Patria y talentoso desenvolvimiento como diputado plenipotenciariodel gobierno de Buenos Aires y sus dependientes, aconsejandocon su acendrada virtud cardinal de la prudencia a la AsambleaGeneral Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que sesionaba en Buenos Aires, no declarar la independencia por no ser el tiempo propicio. De regreso a susuelo natal a fines de 1815, asesoró con hidalguía al Congresode Tucumán en la sesión secreta del 6 de julio de 1816,desenvolviéndose luego en otras tantas gestiones de valía para la Patria naciente.

Ya delicadamente afectado por los graves síntomas del mal que determinaría su postrer destino, llegó a Buenos Aires en abril de 1820, testando por acto público el 25 de mayo ante el afamado escribano Narciso de Iranzuaga.

Con la humildad de los grandes, tranquilidad de conciencia y paz espiritual, pasó a la inmortalidad el 20 de junio de aquel año, paradójicamente el día en que el estado de anarquía halló su cénit en Buenos Aires, pareciendo que todo por lo que él había luchado estaba perdido.

Publicado en "Revista Belgranianos" Año 1, Nº 1, Agosto de 2020, ISSN: 2718-6385

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